Descripción
Desde hace dos siglos, la democracia constituye el horizonte del bien político; pero, al mismo tiempo, parece inconclusa o traicionada, Una de las razones principales de este obstáculo es la dificultad de su concepción; la llegada de un mundo de individuos vuelve a la sociedad menos legible en sus diferencias. Existe así una tensión que oscila entre la evidencia del principio político de la democracia y el carácter más incierto de su fundamento sociológico.
El pueblo se vuelve un imponente soberano en el momento en que parece más inalcanzable. Desde un inicio, se planteó el problema de las condiciones de una “buena” representación política y desde entonces no se ha interrumpido.
Pierre Rosanvallon se dedica a construir la historia de este tema. Basándose en las formulaciones y experiencias del periodo revolucionario, el autor retoma el hilo conductor de las interrogantes e incógnitas del siglo XIX para demostrar cómo se constituyó, ya en el siglo XX, una democracia de equilibrio.
El reconocimiento de la función de los partidos políticos, la adopción de nuevas técnicas electorales, el espacio concedido a organizaciones intermediarias como los sindicatos y el desarrollo mismo de las ciencias sociales aportaron entonces respuestas parciales al déficit original de la concepción de la democracia.
A partir de la década de 1970-1980, lo que se conoce como la “crisis de representación” se debe comprender como el resultado de la erosión de la democracia de equilibrio.
De esta manera, las transformaciones de la sociedad y el debilitamiento de las instituciones se conjugaron para devolver la democracia a sus primeras aporías. De ahí nacen precisamente el desorden y el desconcierto que enmarcan el comienzo de una tercera etapa de la democracia.
Esta obra, que continúa con la investigación realizada en Le sacre de citoyen (Gallimard, 1992) sobre el establecimiento del sufragio universal, conforma el segundo peldaño de una historia intelectual general de la democracia moderna, antes de La democratie inachevée (Gallimard, 2000). En este trabajo, el modo de proceder del historiador alimenta una reflexión de filosofía política para instruir al ciudadano.